Las
relations con la prensa del candidato republicano Donald Trump constituyen un subcapítulo
aparte en la campaña electoral americana. Trump ha conseguido lo que en muchos
sentidos parecía imposible que es poner en su contra a toda la industria de las
noticias y al mismo tiempo seguir ganando adeptos.
Haciendo
zapping en el avión en un trayecto de Seattle a San Francisco me encuentro con
que las tres grandes cadenas de noticias (CNN, Fox News y MSNBC) hablan
ininterrumpidamente durante las dos horas que dura mi trayecto de Donald Trump.
Las tres de forma crítica pese a encontrarse en las antípodas ideológicas. Si
me apuran, la más crítica es Megyn Kelly de la conservadora Fox News de quien
Trump ha dicho que tenía los ojos inyectados en sangre cuando le entrevistó,
que sus preguntas eran ridículas o que es una periodista de tercera que le
utiliza para escalar en los ratings de audiencia, entre otras lindezas.
Los
periodistas de las distintas cadenas cuestionan los insultos de Trump, sus
malos modos, sus modales excluyentes y la violencia en sus mítines. Le
responsabilizan de no condenar el apoyo a su causa del Ku Klux Klan o de
insultar a las mujeres y a las minorías.
Condenan
a Trump por insultar a Kelly, echar de una rueda de prensa al periodista de
Univisión Jorge Ramos por defender a los mexicanos o por ridiculizar
públicamente a uno de los cámaras que sigue sus movimientos durante los
mítines.
Sin
embargo, siguen hablando de él y dándole entrevistas a diestro y siniestro. En
términos de lo que se denomina earned
media, es decir, el tiempo no procedente de publicidad pagada que los
medios de comunicación dedican a cada candidato a través de informaciones y
comentarios, Donald Trump ha logrado dos mil millones de dólares, más del doble
que el segundo candidato, Hillary Clinton con 746 millones de dólares y con un
presupuesto publicitario 3 veces superior. La tendencia se mantiene.
Es obvio
que el periodismo no puede permanecer ajeno al fenómeno Trump, ya que después
de todo el magnate inmobiliario tiene posibilidades reales de convertirse en
presidente de Estados Unidos.
Sin
embargo, el periodismo que ha creado escuela en todo el mundo a través de
conceptos como el de watchdog (perro guardián
vigilante de los excesos del poder) y series y películas convertidas en
mitología de la prensa como contrapoder, está dejando bastante que desear.
La
obsesión por la neutralidad a veces se transforma en mera tibieza en las
entrevistas a Donald Trump. No se le cuestiona y apenas se confrontan sus
declaraciones. Ayer vi una entrevista en CNN, donde en teoría no tendría que
encontrarse en su casa, y a Trump se le veía cómodo, fortalecido ante un
timorato Wolf Blitzer que parecía intimidado ante la presencia del magnate. La
palabra confrontación, en realidad todo lo que huela a conflicto, tiene mala
prensa en general en la cultura norteamericana pero a veces no hay más remedio
cuando se violan ciertas normas fundamentales. Sólo se la he escuchado
pronunciar a Ramos ante la mirada escéptica de la propia Kelly.
Cuando uno
se ríe públicamente de un cámara, se expulsa a un colega de una rueda de prensa
o se le insulta, uno creería que se han traspasado ciertos códigos éticos y que
la respuesta requiere ser de gremio. Lo lógico, como he visto que sucede en Europa
en ocasiones, es que los periodistas se marchen de la rueda de prensa o no
concedan entrevistas al menos durante un cierto tiempo hasta que la
personalidad en cuestión cambie de actitud o trate a todo el mundo por igual.
Hasta el
momento, aparte de las típicas condenas retóricas, llama la atención la falta de
respuestas coordinadas y solidaridad real de los periodistas americanos cuando
atacan a uno de sus colegas. El corporativismo, a veces tan denostado, también tiene cosas buenas.
Si
continúan así las cosas, Trump, que además cuenta con el apoyo de un montón de
americanos damnificados por el proceso de globalización y que de alguna forma
sienten que no tienen nada que perder, puede estar bien tranquilo.
Donald Trump simplemente está utilizando algo que Michael O'Leary, dueño de la compañia aerea Ryan Air descubrió hace tiempo, es bueno para el negocio que hablen de uno ya sea bien o mal. En el futuro se estudiara en las facultades de Ciencias de la Información y publicidad de todo el mundo este tipo de
ResponderEliminarmetodología, estos dos individuos solo son una avanzadilla de lo que vendrá. Respecto al corporativismo de los periodistas, no lo veo necesario, ellos transforman una noticia en una cosa u otra dependiendo los periodicos o medios que los tengan contratados, si expulsan a uno en una rueda de prensa deberían aceptarlo como parte del juego. En la sociedad actual te pueden excluir por mil motivos de diversos actos o reuniones: no ser de un equipo de fútbol concreto, ser de ultraizquierda en una reunión de ultraderechistas o a la inversa. Ser españolista en una reunión de nacinalistas vascos o catalanes. La lista es interminable, los periodistas son niños mimados pero deberían formar parte del juego real, como todos.
Raúl
Bueno, yo creo que hay un elemento lúdico en Donald Trump porque no habla como un político y eso es atractivo. Hace muchos años que el discurso político y mediático es demasiado encorsetado, muy tostón.
ResponderEliminarRespecto a los periodistas, la situación que describes es la que existe en Norteamérica. El problema es que se quejan todo el rato de que Trump les insulta o de que no deja de chupar cámara, pero son sus emisoras las que se están forrando gracias a ello.