Recuerdo que su padre contemplaba la escena con cierta distancia pero al mismo tiempo interesado en ver interactuar a su hijo con un profesor. Era un hombre todavía bastante joven, supuse que bien parecido y que exhibía un bien trabajado desaliño que abunda en los reportajes de moda de los suplementos dominicales. Era un hombre cool que en cierto modo no trataba de parecerlo y al que probablemente no se le ha pasado por la cabeza el concepto durante meses. Un hombre que vive en una de las ciudades mejores del mundo en cuyas cercanías se cuecen muchas de las ideas y conceptos que después se convierten en universales y donde hace un tiempo permanentemente primaveral acompañado por su hijo que vive y estudia en un pueblo de la América rural a una distancia mental muy superior a la ya física que les separa y que es únicamente de dos horas en avión.
Lo más curioso es que para este joven estudiante su padre no tenga nada de cool precisamente porque lo sea demasiado.
Algo ha cambiado.